“Volvía del trabajo, vi mucha gente dando vueltas alrededor de un bloque de pisos y me paré a ver qué pasaba. Parecía que era algo realmente grave lo que estaba sucediendo”. Así narra José María Valderas, 46 años, vigilante de seguridad de la empresa Prosegur destinado en Área Sur, las circunstancias en las que se vio sumido el pasado lunes, cuando precisamente volvía de trabajar de la gran superficie tras cumplir con su jornada laboral. Se topó de frente con el grave incendio que afectó a un piso en la avenida del Amontillado, y en el que de forma milagrosa no se padecieron desgracias personales, tan sólo cuatro asistencias sanitarias y dos traslados al hospital.
“Dejé el coche en segunda fila, porque la verdad es que todo hacía pensar que pasaba algo grave. Vi a gente gritando y corriendo alrededor de la manzana, muy cerca de donde tengo mi domicilio, fue entonces cuando vi las nubes de humo negro que salían de un piso bajo”. “Lo primero que hice fue preguntar a los chavales que había allí si sabían si había personas dentro, y me dijeron que sí, que allí vivía una pareja de ancianos”.
“No atendían a los gritos”
“Lo que más me preocupó -señala José María Valderas- es que esas personas no atendían a los gritos que se les daban”. Empezó a temerse lo peor. Mientras la humareda iba ‘in crescendo’ los vecinos comenzaron a evacuar el bloque “con el inmenso peligro de que el hueco de la escalera ya estaba haciendo efecto chimenea y se estaba llenando de humo”.
Ayudado por unos muchachos y por un vecino que vive en el mismo rellano del piso siniestrado comenzaron las tareas de rescate mientras los minutos pasaban muy lentos. “Entonces los chavales reventaron la puerta, la verdad es que no sé ni cómo lo hicieron”.
Con una toalla de playa
La obligatoria mascarilla sanitaria puede ayudar en algunos casos a respirar “pero el humo ya era tan denso que no servía de nada”. Fue entonces cuando este vigilante de seguridad de Prosegur, que ya lleva 14 años destinado en Área Sur, decidió irse a su coche “pues recordaba que tenía en el maletero una de esas toallas que utilizamos en verano para ir a la playa”. De esta forma se pertrechó con ella consiguiendo, al colocársela ante la boca y los orificios nasales, mejor filtración de aire.
Cuando volvió al piso a toda prisa “uno de los jóvenes ya había conseguido sacar a uno de los ancianos por la puerta y acto seguido rescatamos a la señora”, señala.
Pese a todo, recuerda José María Valderas, “el riesgo seguía siendo grande pues al fondo se veían una especie de luces azules, que no eran otra cosa que los chispazos que habían provocado el fuego”. Según reseña “en esos momentos la humareda ya se había hecho tan densa que apenas quedaba un metro a ras de suelo de aire despejado”.
El fuego, “que estoy seguro que fue de origen eléctrico”, había prendido en una estantería llena de libros “y la verdad es que amenazaba con extenderse a todo el piso y al resto del edificio”. Fue entonces cuando contó con la ayuda del vecino del rellano, “que no se marchó a la calle sino que se quedó en el lugar ayudando”. A fuerza de cubos de agua “conseguimos que el fuego no se extendiera y que las llamas cesaran. La verdad es que costó, recuerdo al vecino, sin duda un valiente, diciendo que el grifo ya no daba más de sí”. “Sin su ayuda -relata- el fuego se habría extendido, eso lo tengo seguro”.
Fue entonces cuando llegaron a la avenida del Amontillado los bomberos, “ya me sacaron de allí y como tenía síntomas de asfixia fui una de las personas atendidas por los servicios sanitarios”. Finalmente, los bomberos ventilaron la casa siniestrada y el hueco de las escaleras. “Recuerdo -añade Valderas- que el anciano decía mientras le atendían que esa misma noche dormiría en su casa. Pero eso fue imposible dado el estado en que quedó el piso”, concluye.
Fuente: https://www.diariodejerez.es/
SPV CADIZ
WhatsApp con SPV
No hay comentarios :
Publicar un comentario