Los vecinos del entorno de Arabial contratan a agentes para acabar con el consumo de alcohol, orines y ruidos en los portales.
Soportar cada fin de semana la juerga de los jóvenes granadinos y los miles de universitarios que viven en la ciudad no debe ser fácil. De hecho, para muchos vecinos es misión imposible. Tanto que hastiados de las permanentes molestias que ocasiona el fenómeno del botellón en el entorno del recinto de Méndez Núñez, numerosas comunidades de propietarios han decidido contratar vigilancia privada para acabar con los efectos colaterales.
Los portales de los edificios se convierten noche tras noche, según advierten los afectados, en espacios donde los jóvenes ebrios orinan (confían en que lo antes posible se habiliten los baños previstos), vomitan o simplemente hacen ruido impidiendo el sueño. Con el objetivo de impedir estos actos desagradables, los agentes privados estarán presentes en el recibidor de los bloques para invitar a este tipo de público a que abandone el lugar o bien entre a sus respectivas viviendas de una manera correcta tras una velada de fiesta.
En declaraciones a este periódico, José Jiménez, integrante de la Plataforma contra el Botellódromo, asegura que la jornada de custodia contratada con las empresas de seguridad discurre desde las ocho de la tarde hasta las siete de la mañana del día siguiente. Algunos inmuebles situados en las calles Cañaveral, Arabial, Santa Clotilde, Recoletos, Sevilla o Santisteban Márquez contaron con los servicios de estos profesionales "para mantener la paz y el descanso en la medida de lo posible", apunta Jiménez.
La paciencia ha llegado a un punto en el que se ha agotado. Los vecinos son conscientes de que el botellón si no se corta de raíz en la zona, "es muy difícil de controlar". Aunque agradecidos por la intensificación de presencia policial en el barrio, advierten de que la solución final debe ser la prohibición del consumo de alcohol sobre la explanada del aparcamiento subterráneo ubicado junto al centro comercial Hipercor. En eso siguen empeñados; de hecho anuncian nuevas reuniones la próxima semana para analizar los acontecimientos.
Sin ir más lejos, calculan que alrededor de unos 2.500 jóvenes acudieron al botellódromo la noche del pasado viernes. Tras observar el comportamiento de los asistentes a pie de calle, los vecinos denuncian "el vocerío, carreras de motos y la música a niveles desorbitados en los coches". Un cúmulo de comportamientos que se suceden entre las tres y las cinco de la madrugada. "Así es imposible pegar ojo", se lamenta Jiménez.
Mientras tanto, el nuevo decreto del botellón sigue su curso. Un documento que hace un mes el alcalde José Torres Hurtado rubricó y anunció con la idea de aminorar los efectos que produce la masiva congregación de jóvenes.
Fruto de este documento municipal es el refuerzo del operativo policial que hay alrededor del espacio en cuestión. A las distintas unidades que trabajan en la zona, la Concejalía de Movilidad y Protección Ciudadana ha sumado algunas más durante este fin de semana para prevenir comportamientos incívicos -fuera de norma- coincidiendo también la pasada noche con la fiesta de Halloween.
La limpieza de las calles del barrio es otra de las cuestiones sobre las que los vecinos ponen el dedo en la llaga. Una asignatura que "va algo mejor" aunque insisten en que hay margen para que esta parcela alcance los niveles deseados. La población del entorno continúa así su batalla con el botellódromo. Mientras tanto remedios a corto plazo.
Los portales de los edificios se convierten noche tras noche, según advierten los afectados, en espacios donde los jóvenes ebrios orinan (confían en que lo antes posible se habiliten los baños previstos), vomitan o simplemente hacen ruido impidiendo el sueño. Con el objetivo de impedir estos actos desagradables, los agentes privados estarán presentes en el recibidor de los bloques para invitar a este tipo de público a que abandone el lugar o bien entre a sus respectivas viviendas de una manera correcta tras una velada de fiesta.
En declaraciones a este periódico, José Jiménez, integrante de la Plataforma contra el Botellódromo, asegura que la jornada de custodia contratada con las empresas de seguridad discurre desde las ocho de la tarde hasta las siete de la mañana del día siguiente. Algunos inmuebles situados en las calles Cañaveral, Arabial, Santa Clotilde, Recoletos, Sevilla o Santisteban Márquez contaron con los servicios de estos profesionales "para mantener la paz y el descanso en la medida de lo posible", apunta Jiménez.
La paciencia ha llegado a un punto en el que se ha agotado. Los vecinos son conscientes de que el botellón si no se corta de raíz en la zona, "es muy difícil de controlar". Aunque agradecidos por la intensificación de presencia policial en el barrio, advierten de que la solución final debe ser la prohibición del consumo de alcohol sobre la explanada del aparcamiento subterráneo ubicado junto al centro comercial Hipercor. En eso siguen empeñados; de hecho anuncian nuevas reuniones la próxima semana para analizar los acontecimientos.
Sin ir más lejos, calculan que alrededor de unos 2.500 jóvenes acudieron al botellódromo la noche del pasado viernes. Tras observar el comportamiento de los asistentes a pie de calle, los vecinos denuncian "el vocerío, carreras de motos y la música a niveles desorbitados en los coches". Un cúmulo de comportamientos que se suceden entre las tres y las cinco de la madrugada. "Así es imposible pegar ojo", se lamenta Jiménez.
Mientras tanto, el nuevo decreto del botellón sigue su curso. Un documento que hace un mes el alcalde José Torres Hurtado rubricó y anunció con la idea de aminorar los efectos que produce la masiva congregación de jóvenes.
Fruto de este documento municipal es el refuerzo del operativo policial que hay alrededor del espacio en cuestión. A las distintas unidades que trabajan en la zona, la Concejalía de Movilidad y Protección Ciudadana ha sumado algunas más durante este fin de semana para prevenir comportamientos incívicos -fuera de norma- coincidiendo también la pasada noche con la fiesta de Halloween.
La limpieza de las calles del barrio es otra de las cuestiones sobre las que los vecinos ponen el dedo en la llaga. Una asignatura que "va algo mejor" aunque insisten en que hay margen para que esta parcela alcance los niveles deseados. La población del entorno continúa así su batalla con el botellódromo. Mientras tanto remedios a corto plazo.
Fuente: http://www.granadahoy.com
No hay comentarios :
Publicar un comentario