Federico Fresneda se movió en los despachos de UGT-A con aires de poncio sindical en los tres lustros que estuvo a la sombra de Manuel Pastrana, del que fue su mano derecha o su mano izquierda, teniendo en cuenta que el círculo de poder lo cerraba Francisco Fernández Sevilla, ex secretario de Organización y fugaz líder del sindicato. Su conocimiento de las cañerías contables era absoluto. Como tesorero, cargo que estrenó en el VI Congreso regional de marzo de 1998 bajo el lema «empleo y solidaridad, UGT por las 35 horas semanales», o al frente de las secretarías de Administración, Servicios y Recursos Humanos que fue alternando en los siguientes cónclaves congresuales, se fue haciendo con el control de la estructura del sindicato, moviendo la batuta dentro de la organización al dictado de Manuel Pastrana.
Federico, más que admirado era temido en los despachos del cuartel general de la UGT-A. El trato dispensado a los trabajadores del sindicato no fue precisamente seráfico. Las órdenes de Fresneda y sus caprichos había que acatarlos con cierto servilismo y los accesos de ira, aguantarlos. El edificio de dos plantas de Antonio Salado 9 fue bautizado como «Villa Fresneda». La sala de máquinas de los enjuagues contables. Al despacho de Federico igual llegaban regalos de algunos proveedores –este periódico ha aportado correos que lo prueban– que cajas de puros Montecristo y Cohiba, sus dos lujosas marcas fetiche. Visa, coche oficial, agradadores sindicales, generosas dietas y viajes sin límite de gasto rodearon a este dirigente de UGT-A durante más de quince años hasta que explotó el caso de las facturas falsas.
A partir de ese momento, todo fueron prisas por tratar de desvincularse del holding empresarial de la UGT-A, reuniones intempestivas con cargos del sindicato para buscar coartada, miedo a los movimientos judiciales, maniobras para intentar desprenderse de bienes inmobiliarios (de una casa en Matalascañas, apunta la investigación) y también le llegó la soledad que probablemente nunca antes tuvo. «A este hombre le va a dar algo, me dio mucha pena y está muy solo. Le he recomendado que se busque un buen abogado porque lo va necesitar», aseguró en una conversación telefónica pinchada por la Guardia Civil José Manuel Guerrero, ex secretario de Acción Sindical.
Las escuchas de la Benemérita levantan acta de los nervios que invadieron a Fresneda con el caso en plena ebullición. Alaya –a la que la Audiencia provincial quitó el caso paradójicamente por no tener relación con los ERE– acordó las intervenciones telefónicas a finales de noviembre de 2013, cuando más arreciaban los escándalos de irregulares y estaba en vísperas la dimisión de Francisco Fernández. La obsesión de Fresneda era desvincularse de un ramillete de empresas del engranaje defraudatorio del sindicato. Especialmente, de Soralpe, Proyectos Inmobiliarios Novasur y Geosur Arquitectura. Geosur, presidida por el ex alcalde socialista de Sevilla Manuel del Valle, promovió una urbanización en Jerez que supuso un barquinazo de ocho millones de euros. «Ayer estuve reunido con Luis (el abogado Luis López de Castro) y me dijo que había que quitarme tanto de lo de Manolo del Valle como lo nuestro, lo vuestro, lo tuyo (...) la que atentamos... la otra», le dice a Enrique Goicoechea, consejero de Soralpe. Federico suele hablar entre dientes, rezonga las palabras, pero no es por eso por lo que no le entiende su interlocutor.
Alaya, en un auto del 2 de diciembre de 2013 que forma parte del voluminoso sumario en poder de LA RAZÓN, asegura que Fresneda «indiciariamente» habla «en clave» para no ser descubierto. «Tengo que dimitir». «Si ya he hablado yo esta mañana con Manolo del Valle para que vayamos a preparar toda la documentación para presentar las dimisiones», le respondió Goicoechea. Fresneda cerró la conversación con un «...y de la empresa nuestra». Vuelve a sonar de nuevo el teléfono. 18:45 horas del 29 de noviembre de 2013. Hace sólo unas horas de la dimisión como secretario general de Francisco Fernández. Fresneda habla con el abogado Luis López de Castro. Cunde la urgencia. «Él quiere (el administrador de Soralpe) cuando se deshaga la empresa y le he dicho que no podemos esperar».
En las conversaciones de los siguientes días el nerviosismo y la desesperación de Fresneda crecen. El registro de la Guardia Civil en la sede central de UGT-A acaba de acorralarlo. Pero ni con el agua al cuello abandona las componendas ilícitas. Esta vez quien está al otro lado del teléfono es su hija Reyes. 11:38 horas del 18 de diciembre. Le pregunta si «los requisitos exigidos para participar en determinado curso podrían ser obviados». Quien cursa la petición es «Amara». «Me ha preguntado que si un curso de lo de los aviones, de aeronáutica, le piden que tenga la titulación de mecánica. Si es posible que tú hables con alguien para que no se la pidan, eso es lo que me ha dicho». Amara C se llama una ex empleada de UGT-A que trabajó con Fresneda en el Departamento de Administración. «Federico Fresneda Heredero respondió a su hija Reyes que llamaría a Roberto (Roberto Marín Acevedo, ex secretario de Análisis Económicos y Coordinación técnica de UGT-A) para que Amara fuese a verlo», recoge el sumario.
La caída definitiva de Fresneda se produce a las 12:20 del pasado 24 de junio. La Guardia Civil lo detiene en Santa Lucía (Las Palmas). Llevaba 520 euros en el bolsillo, dos cigarros puros Fonseca como los que encargaba que le llevaran en cajas a su despacho, y un reloj Patek Philippe. Un «peluco» suizo de gran lujo sólo al alcance de notables adinerados. Un Patek Philippe fue el exvoto matrimonial de un conocido actor de Hollywood a su conocida mujer actriz valorado en 250.000 dólares. Fresneda, a las 48 horas, llegaba del brazo de un agente de la UCO a los juzgados de Sevilla. En su muñeca izquierda, la silueta cruda, perfilada sobre el bronceado canario, donde estaba el Patek Philippe.
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