El miedo a perder el empleo reduce las faltas injustificadas. El peligro es que la ansiedad acabe por bloquear al trabajador. Los expertos claman por una cultura del esfuerzo
Tengo miedo a que me despidan ergo trabajo más. O bien: tengo miedo a que me despidan y la angustia me paraliza. ¿Es el miedo un catalizador para que el empleado aumente su productividad en la empresa? Hay un dato objetivo: con la crisis, el absentismo laboral ha bajado. La cuestión es si todo es producto de la reducción del fraude, como defienden empresarios y algunos expertos, o como explican sindicatos y académicos es también porque el pánico a quedarse en la calle lleva a muchos trabajadores a ocupar su puesto incluso cuando tendrían derecho a no hacerlo. ¿El miedo nos lleva del absentismo al presentismo?
Que las faltas injustificadas al trabajo han bajado lo confirma Ricard Cayuela, vicedecano del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña y experto en psicología de empresa. “Pero otro dato objetivo es que el trabajador vuelve más estresado de las vacaciones. Y eso, en el caso de que las haya hecho. Lo cierto es que el empleado vive en un ay y eso hace que intente como sea mejorar la imagen y su rendimiento”, explica Cayuela.
Miedo a perder el empleo, a quedarse sin un salario, a engrosar unas listas del paro que ya roza los cinco millones de parados. “El miedo bloquea la creatividad y el talento. Si el trabajo es una mera rutina, el miedo funciona. Si la persona ha rebajado su nivel de exigencia, también funciona. Pero si lo que deseamos es talento y creatividad, el miedo es un mal aliado. Tendríamos que diferenciar dos tipos de miedo: el sano, que es la prudencia; y el tóxico, que es el que paraliza. Posiblemente, en la época de bonanza no había el primero y ahora, en crisis, hay un exceso del segundo”, explica Pilar Jericó, directora general de Be-Up y autora de No miedo: en la empresa y en la vida (Editorial Alienta).
El primer problema a la hora de poner cara al absentismo es ponerle cifras. “Cada fuente ofrecerá resultados distintos”, explica Antonio Ariza, profesor de recursos humanos en ETEA, institución universitaria de la Compañía de Jesús. Si se revisan los distintos indicativos habituales, lo cierto es que la gran mayoría se ha reducido. La Seguridad Social, por ejemplo, recoge las faltas al trabajo por enfermedades comunes. En 2010 hubo 24 bajas de este tipo por cada 1.000 trabajadores del sistema, frente a las 29,9 de 2007. En el caso de la Encuesta de coyuntura laboral, que recoge el Ministerio de Trabajo, también se reducen las faltas sospechosas: el segundo trimestre del año se contabilizaron de media por trabajador 0,2 horas de “absentismo no justificado”, frente a las 0,5 horas de 2007. Se reducen también las faltas por maternidad y se disparan las horas perdidas por culpa de expedientes de regulación de empleo.
“El miedo puede ser sin duda una motivación que hace a los empleados ir más al trabajo. En el contexto actual no me sorprende que haya gente con problemas físicos o mentales que vaya a trabajar e incluso piden el alta voluntaria para no faltar. No quieren estar en el punto de mira si la empresa recorta personal”, dice Ariza. El problema, apunta, es que el miedo puede ser un revulsivo a corto plazo, pero a largo plazo será negativo. “Hay que lograr que la motivación del empleado se base en aspectos positivos. Si no, no habrá implicación”, advierte el experto. “El presentismo no implica productividad. Que un trabajador ocupe su puesto no significa que cumpla sus objetivos”, coincide Beatriz Cordero, directora de relaciones institucionales de la empresa de trabajo temporal Randstad. Aun así, Cordero discrepa con que la bajada del absentismo esté plenamente relacionada con el miedo. “Hay personas que simplemente son ahora más conscientes de que hay que arrimar el hombro. Antes si tenían un resfriado, no iban al trabajo. Ahora saben que no tienen compañeros que hagan su trabajo porque la empresa está en mal momento, y acuden”, dice. Según un estudio de esta empresa, “el 42% de los empleados afirma que ha aumentado su productividad debido a la crisis”. Los españoles de entre 45 y 65 años han sido los que más han subido su productividad, el 46,15%. Los jóvenes entre 18 y 24 años son el grupo con menor incremento, el 41,12%.
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